miércoles, 14 de mayo de 2008

Llamadas rotas


A quién no se le ha cortado una llamada telefónica en itinerancia, cuando uno va parloteando en el coche y "salta el repetidor"? ¿Una vez? ¿Dos veces? ¿Tres? Y, ¿quién no se ha planteado alguna vez el caudal de euros que se agencian las compañías por esas llamadas caídas? Yo mismo hago el cálculo mental cuando rememoro la estirpe familiar de los ingenieros que han desarrollado el mecanismo que impide la comunicación lineal: si por cada "quisque" que pasa por los puntos negros (por ejemplo, Magaz, en Palencia, por decir uno) hay una nueva llamada con su costo de establecimiento y cada día pasan cientos de coches cuyos conductores van dándole a la lengua, pongamos, cien, tirando por lo bajo: 0,15 x 100 x 365 = 5.474 euros al año por cada punto negro sólo por el reestablecimiento de una llamada. ¡Miren si resulta rentable!
Este asunto será una memez para los sesudos, que, seguro, dirán: éste no tiene otra cosa de la que escribir y le da por criticar los tropezones de cobertura en las carreteras. Pues no, oiga, no tengo otra cosa más importante de la que escribir que la defensa del bolsillo del usuario de la telefonía móvil. No sé si son muchas pocas, demasiadas, las llamadas malogradas, pero sí sé que debiera haber un mecanismo para restituir su importe a los paisanos que pagan precios prohibitivos, que a veces pienso que es más barato visitar al interlocutor (aunque viva lejos) que telefonearle a según qué horas con el móvil.
Uno de los rasgos de la modernidad es el tratamiento respetuoso a los usuarios y consumidores y éstos, disponer de mecanismos fluidos de indemnización y gratificación por errores, fallos, desaciertos y jaleos. Y una de las fuentes de más desconfianza es la maquinita ésa infernal que todos llevamos en la mano, que sirve para hablar, pero también para pagar ruidos a precio de oro, enviar mensajes que cuestan lo que un riñón, que te cobran por tenerlo, donde un segundo es lo mismo que un minuto (ojalá fuera todo así en la vida) y el redondeo del facturante deja a Botero en un aprendiz.
Si cada vez que se nos corta una llamada por falta de señal nos dieran un euro, tendríamos para hacerle un palacio y desterrar a los infiernos a quien inventó semejante mecanismo de cobro
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Publicado en los periódicos de Promecal

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