miércoles, 7 de octubre de 2009

Pasando olímpicamente

Se me ha varado un artículo en el tintero: voy a liberarlo antes de que destiña, porque, como es heterodoxo, tiene color, y ajado por el tiempo, ya no vale tanto. De hecho, lo suelto ahora porque es la primera ocasión que tengo, no vaya a pensar el amable lector que el pobrecito hablador larga ahora que ha salido Río y no Madrid. La cosa es: me da un poco de vergüenza el aquelarre kobmedense en que del rey abajo hemos puesto la piltra y el trasero en manos del COI.
Ese devenir de habitación en habitación recibiendo "coitos" (Alsina dixit) de la prosapia de Youssoupha Ndiaye (Senegal), Lassana Palenfo (Costa de Marfil), Fidel Mendoza Carrasquilla (Colombia) o Yu Zaiqing (China), constituye una rijosa procesión impropia de autoridades del tenor de las que hemos usado para la operación. Estoy seguro de esto: no debemos usar al rey o al presidente del gobierno para esos barros en negociaciones arrabaleras cuya garantía es la de los trileros: lo dijo la infanta Pilar de Borbón, integrante del COI y cocinera antes que monja: "primero te dicen que te votan y luego te engañan".
Ya sé que también fue Obama y, por lo mismo, lo hemos criticado, y poco o nada significa que lo haya hecho Lula, que, con todos mis respetos, "me gusta la pachanga, carnaval te quiero". Pero semejante almoneda, mercado de alfeñiques, zoco de votos espurios y reino del farol, no es sitio prudente para una reina. Desde luego, ha sido emocionante alimento de un viernes otoñal al que cualquier pretexto le basta para echar al olvido los aprietos del momento. Pero no hace gracia mirar al rey de la selva, el león, con el rabo entre las piernas.
Perdida, por tanto, y en esta medida, un poquito la dignidad, nos quedaba llevarnos el trofeo, pero encima nos lo birlaron no por deméritos, sino porque no tocaba. De modo que, además de furcia, poner el catre. Si volviéramos a presentarnos a semejante competición preferiría ver a nuestros primeros espadas defendiendo a España en ambientes internacionales seguros y fiables y no con esta gentecilla alborotadora y sandunguera que componen el COI, una auténtica zambra, un compraventa de rastro y rastrero, lo más parecido a un lupanar que he visto en la tele en horario infantil.

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