martes, 30 de junio de 2009


Que la economía sumergida acarrea ahogamiento es algo obvio, especialmente ahora en que tanto está creciendo. En la oscuridad de los tiempos difíciles se desarrollan más densamente sus perversos frutos. Las crisis son son mejor caldo de cultivo. Se acaban de publicar datos estimativos del número de alquileres no declarados en España: superan el millón y medio de viviendas. Al parecer, sólo se declaran tres de cada diez alquileres generando dinero negro por cifra superior a los 1.600 millones de euros.
Acertadamente señalaba hace unas fechas el líder de Izquierda Unida en Castilla y León, José María González, el agravio que supone el que esté habiendo trabajadores a los que se obliga a dejar su empleo, pasar al paro y sustituir su quehacer cotizado por trabajo clandestino en casa. CC.OO. casaba en un reciente informe los datos de la EPA con los de cotización a la Seguridad Social para concluir que hay miles de personas trabajando clandestinamente, fenómeno muy significativo en la Comunidad Valenciana y entre los emigrantes: se calcula que unos 800.000 podrían estar trabajando en las mismas condiciones en que lo hacía el pobre panadero cuyo brazo fue a dar cubo de la basura.
Se dice que los flujos económicos opacos representan el 23% del PIB, cifra que podría estar creciendo en esta crisis. Es una cantidad inaceptable para economías como la nuestra en la que la crisis supone caída de la recaudación e incremento del gasto sin remisión. Indiscutiblemente uno de los factores es la picaresca o, extremadamente, la delincuencia, pero, como todo en la vida, el problema acaba siendo de precio. Está claro que lo que se escabulle no cotiza de modo que abaratar lo que se esconde puede ser una manera de aflorarlo. Pero parece claro que el sistema crudo para los que tienen nomina y fofo para los profesionales liberales que declaran mediante una empresa o de forma autónoma acarrera injusticias y desajustes crecientes.
Ciertamente esta cara oculta hace que la luna sea redonda y no plana y explica, en buena medida, que la sociedad esté aguantando este diluvio sin que acabemos a la hondureña. Bien empleado. Pero el coste adicional que supone para un estado en crack la falta de ingresos fruto de la evasión fiscal es algo que deberíamos procurar normalizar lo antes posible en una nación como la nuestra en la que todavía persisten demasiados atavismos de los cincuenta... cincuenta años más tarde.
(Publicado en Negocio CyL 30 de Junio)

No hay comentarios:

Publicar un comentario