Cuando visité Varsovia nunca había estado en Polonia, aunque el país me atraía desde siempre, singularmente por la fortaleza que destilaba el Papa llegado de allí. Me impactó: la gente, con un rictus de sufrimiento perenne, da muestras de haber padecido como quien más en Europa y sus guerras, incluyendo una postguerra comunista no deseada. Pero la belleza imperial de la ciudad y su dignidad hacen de ella un sitio de profundo empaque. Quisiera volver a Polonia buscando Cracovia y el mar, pero, mientras, mi recuerdo de Varsovia permanece inmanente.
Varsovia: Palacio de la Cultura y las Ciencias (Pałuac Kultury i Nauki)
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