domingo, 21 de junio de 2009

¡Qué historia!


























Es una historia conmovedora que leo en la Opinión de Tenerife. Por su fuerza y como paradigma, copio el texto del periódico. Todos deberíamos meditar un poco sobre ella.
LAURA DOCAMPO | PUERTO DE LA CRUZ Te cuento: mi nombre es Laura, mi marido se llama Ramón y mis 3 hijos son Sofía y Francisco, mellizos de 6 años, y Agustina, de 2 años. Mi marido está en el paro. Nuestro hijo Francisco es autista y necesita una terapia que cuesta 200 euros, pero solo tenemos una ayuda de 421. Estamos desesperados. Nos comen las deudas".
Estas palabras fueron extraídas de un correo electrónico recibido por esta redactora días atrás y cuentan solo una parte del drama que vive una familia de Tenerife a la que la crisis económica ha empujado al abismo. No tienen trabajo y ya extinguieron el subsidio por desempleo. Apenas cobran una ayuda de 421 euros mensuales, que también dejarán de percibir en agosto. El es Ramón Rodríguez Pérez, tiene 45 años y es cocinero hace 25 años, pero padece epilepsia con episodios de ausencia, es decir que, cuando sufre un ataque se queda en blanco y no recuerda ni siquiera su nombre. Asegura que con la medicación puede hacer una vida normal. Ella es Laura Vié Dohmen, tiene 33 años y se encarga de ciudar a sus tres hijos, uno autista y a la más pequeña le acaban de extirpar un tumor.
Parece un caso extremo, pero desafortunadamente no lo es. Son un botón de muestra que simboliza el efecto devastador de la destrucción de empleo en Canarias y de la desigualdad socioeconómica cada vez más marcada que impera en unas Islas en las que 136.000 familias viven bajo el umbral de la pobreza, con menos de 6.000 euros al año, mientras que un 0,05% de la población concentra una riqueza de más de 4.000 millones de euros.
"Con lo que ganamos tenemos que pagar la luz, el agua, la bombona y con lo poco que sobra compramos algo de comida para los cinco", subrayaba Laura en ese mismo correo que escribió llorando el sábado 6 de junio a la secretaria de la Asociación Tinerfeña de Familias Numerosas, +D2. Asegura que estaba "desesperada" y que sólo les quedaban "diez céntimos en casa para llegar hasta el día diez" cuando cobran la ayuda.
Esta semana, Laura y Ramón, junto a sus tres hijos, recibieron a La Opinión de Tenerife en su casa de protección social de La Vera, Puerto de la Cruz, donde viven desde hace cerca de un año. Durante la entrevista, el matrimonio relata cómo les ha afectado la crisis hasta dejarlos en la cuerda floja con 421 euros. Pagan los gastos fijos de la casa, compran comida -y otro poco se los da Cáritas- e invierten lo que les queda en la búsqueda de trabajo: sacando fotocopias de los currículos y cargando los móviles con cinco euros. No hay dinero para nada más. Ni para viajar en guagua, todo lo hacen caminando; ni para la terapia que necesita su hijo...Por no haber, no hay ni para comprar carne, que hace meses que no entra en su casa; ni para celebrar el cumpleaños de Ramón (el 2 de julio) con unas pizzas y Coca Cola, un auténtico lujo fuera de su alcance.
Laura y Ramón cayeron en el pozo en el que están metidos en 2008, cuando él perdió el trabajo que tenía después de sufrir un ataque epiléptico en la calle. "Aparecí dos días después en Santa Cruz", relata y al instante su esposa puntualiza: "Fueron 37 horas, las conté una a una". Lo buscaron hasta por televisión, difundiendo su foto. Cuando apareció a Laura le sonó el móvil. Era Lola Padrón, la alcaldesa del Puerto de la Cruz. Le habían informado de lo sucedido y conocía detalladamente la situación de la familia. "Se interesó muy amablemente por nosotros y me dijo que si necesitaba algo la fuera a ver", recuerda. Y vaya si lo necesitó.
Su marido perdió el trabajo por aquel incidente y no volvió a conseguir otro. Sin ingresos, las deudas se fueron acumulando. Dejaron de pagar el alquiler, las cuotas de lo habían comprado a plazos, interrumpieron el tratamiento de apoyo de su hijo y hasta llegó un momento en el que tuvieron que dejar de mandar a los mellizos al colegio porque no tenían ni para el bono de la guagua.
Así, en 2008 tocaron fondo. Aunque su situación económica no siempre fue así. En 2003 vivían cómodamente en un ático en Los Realejos. Ramón tenía un trabajo estable y ganaba 1.900 euros. Durante unos años les fue bien y en su casa, como en tantas otras de clase media, se compraron Playstations, ordenadores, unos buenos sillones, un televisor grande, juguetes…Todo aquel pasado próspero, que recuerda la época de vacas gordas, sigue presente en su hogar. Para las visitas, aquella casa no parece la de una familia en bancarrota. Aunque si se mira con más detenimiento hay otros detalles mucho más austeros y significativos, como unas servilletas de Barbie, recordadas y convertidas en cenefa con absoluta maestría en la habitación de las niñas, que hablan por sí mismos de un derrumbe.
En medio de la crisis y "comidos por las deudas", Laura y Ramón decidieron ir a ver a Lola Padrón para pedirle lo que aún hoy continúan pidiendo: un trabajo. Después de mucho papeleo, la alcaldesa logró evitar que se quedaran en la calle y los ubicaron en la casa que ocupan ahora en La Vera. "Yo sé que nos dieron la casa por la enfermedad de Francisco y les estoy muy agradecida. Pero preferiría vivir debajo de un puente y tener a mi hijo sano", se lamenta Laura mientras el niño se entretiene a su lado con un videojuego. "Es el que mejor con el ordenador. En cambio, con un lápiz es incapaz de hacer nada", asegura su padre.
Francisco tiene un autismo moderado. Habla muy poco y le cuesta expresarse. El tratamiento que necesita para desarrollar al máximo sus habilidades cuesta aproximadamente 1.800 euros mensuales en un centro privado, una cifra totalmente fuera de su alcance. La opción que han elegido sus padres para él es la terapia ambulatoria de la Asociación de Padres de Personas con Autismo de Tenerife (Apanate). "Estamos muy ilusionados porque utilizan un método en el que participa toda la familia y los casos que conocemos han tenido muy buenos resultados", comenta la pareja. Están en lista de espera y según afirma con rotundidad José Luis Barquín, presidente de Apanate, "con los recursos que tenemos no podemos atender a más gente ". Su magro presupuesto, en el que las Administraciones canarias apenas depositan unas monedas, deja a las familias con menos recursos sin alternativa.
Por eso, Laura le dedica todo su tiempo, noche y día. Se ha convertido en su sombra. Pero antes de ser madre, Laura era violinista. Llegó a Tenerife hace ocho años desde su Buenos Aires natal para hacer un curso en el Conservatorio de Música de Santa Cruz. Estando aquí, estudiaba y trabajaba en un hotel. Allí conoció a Ramón, lanzaroteño, que trabajaba de cocinero, y que el primer día que la vio le aseguró que se casaría con ella. A Laura le pareció un disparate aquella afirmación, pero unos meses después se fue a vivir con él.
Ahora, mientras cuida de Francisco, Sofía y Agustina esperando encontrar un empleo "de lo que sea" que devuelva cierta normalidad a sus vidas, recuerda a sus amigas del conservatorio. Una está en una orquesta en Israel, la otra recorre el mundo dando conciertos. A ella se le rompió un cuerda de su violín hace meses y ni siquiera ha preguntado cuanto cuesta una nueva. No se arrepiente del camino que eligió y adora a su familia, pero se niega a aceptar una realidad testaruda con la que ella y otros 250.000 canarios se topan cada día en su búsqueda infructuosa de trabajo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario