martes, 2 de diciembre de 2008

Azúcar, leche y mal café


Son los mimos franceses, los mismitos oiga, pero en un caso, el del azúcar, constituyen una oportunidad y en el otro, el de la leche, un problema muy serio. ¿En qué quedamos? Pues en que, de nuevo, en economía, los principios de eficiencia, oportunidad, tamaño y coste siguen prevalenciendo sobre los de tradicionalismo, cabezonería, mucha subvención y mucho sindicalismo agrario del barato.
Veamos: la reducción de la cuota de remolacha (cuya subvención nos ha costado a los europeos ingentes cantidades del maldito parné) ha sido problema para los sucesores de la mujer de Lot, pero no así para los agrimensores de Acor que rápidamente han convertido un problema en una oportunidad: puesto que se abandona la producción de remolacha aquí, se van a buscarla a Mozambique y a la Isla de Reunión, de modo que, en lugar de hacer en Olmedo lo que hasta ahora, se refine y se envase. Como los contactos ultramarinos los tienen los franchutes, han hecho un acuerdo con ellos y un par de sociedades Acor-Tereos para desarrollar el negocio. ¿Y qué aportamos? La marca, que a los franceses les encanta, y la capacidad de producción. Mieles.
Las hieles, con parecidos protagonistas: Los mismos franceses que nos necesitan en el azúcar son capaces de producir leche más barata que nosotros, tanto que las 32 explotaciones que integran la Cooperativa Láctea Arevalense van a tener que ventilarse hasta 400.000 litros de leche mensuales, según estimaciones de Ical, porque Forlactárea ha decidido ahorrarse seis céntimos por litro, que es la diferencia entre la leche gabacha y la abulense. ¿Mala leche francesa? No, la misma leche que la del azúcar, con la diferencia que mis queridos ganaderos de la Morañana afectados no tienen ni marca, ni tamaño, ni, en consecuencia, capacidad de presión y por lo tanto tienen, desgraciadamente los días contados.
Y mientras que sale alguien a defenderles esta semana (que es la moratoria que han pedido para buscarse otro comprador y que se les pase la mala leche) quiero, en mi línea, sacar consecuencias, hacer moraleja y dejar sentado que, una vez más, el mercado y las carreteras nos acaban poniendo en nuestro sitio. ¿Para qué queremos vacas si son otros los que le ponen precio? Y ¿para qué queremos subvención si resulta que cuando se acaba lo gratis todo queda donde estaba? Los dos casos han venido a coincidir en el tiempo y, con mis felicitaciones a Acor y mis mejores deseos para la Arevalense, añado que lo que me contó un montañero de altas cumbres: “En la vida, como en la montaña, o te aclimatas o te aquimueres”


(Publicado en Negocio Castilla y León)

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