jueves, 23 de octubre de 2008

Los autónomos

 

Las dificultades de la economía impactan sobre todos, pero afectan más a los más pequeños (en buena medida porque solemos olvidarles, obnubilados por los “eres” tamaño maxi). Estrenó ayer la Asociación de Trabajadores Autónomos de Castilla y León sus premios, que más que al mérito debieran ser al heroísmo, pues reconocen desempeños muy valiosos.

Son los más pequeños, carentes de una nómina, autoliquidados, los que adolecen de más trabas para sufragar sus movimientos porque la pendiente del calvario que lleva a la ventanilla del director de la sucursal ofrece más penalidades. Sobre ellos llueve más fuerte cuando jarrean los impagados y es más grande el silencio del callado teléfono al que llaman los clientes para hacer pedidos. La gente de las cuatro de la mañana y sin dormir, temiendo el amanecer. Soledad y miedo.

Es mayor el aislamiento del despacho vacío y la agenda llena a las nueve de la mañana, es más grande el olvido de los sindicatos (que no los representan) y de los empresarios (que suelen tenerlos por inferiores). Un autónomo lo es hasta las últimas consecuencias, incluyendo las propiedades embargables, que son las familiares, y los bienes confiscables, útiles cotidianos de uso común como un coche o un buen cuadro.

Tendríamos que reivindicar a nuestros autónomos con seres protegibles en medio de una espesura de multinacionales y un follaje de grandes empresas rodeadas de muchos linces, tigres, hienas… Lo hago aquí, de hecho, con motivo del reconocimiento de que fueron objeto tres de ellos en Burgos ayer.

Su crisis es la verdadera, sus cuentas, no cotizan ni se guarecen tras el maquillaje. Negocios de pan, pan y vino, vino, a saber, los tenderos, los taxistas, costureras, jardineros por su cuenta y riesgo, mecánicos de taller pequeño. Buena gente que trabaja sin saber de vacaciones, festivos recuperables ni fiestas de guardar. Que llevan consigo la cruz de la semana de las sesenta y ocho horas o más sin que nadie les cante una saeta y a los que, demasiadas veces, arrojamos al recoveco más oscuro de la actualidad, aquél en el que habita el olvido.

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