martes, 1 de julio de 2008

La encrucijada del azúcar



La decisión de Ebro Puleva de encargarle al Banco de Santander de negocios que averigüe a quién puede colocarle su negocio azucarero al mejor precio posible ha vuelto a disparar las alarmas del sector, uno de los más castigados por la nueva forma de entender la venta de los productos agrarios que se está poniendo de manifiesto en este momento procesal de la vida económica mundial.
La Junta de Castilla y León ha expresado estos días, a través de la Consejera de Agricultura, Silvia Clemente, su intención de vigilar la operación, escudriñar la posibilidad de que capital regional pudiera incorporarse a ella e incluso se dice que las Cajas podrían ser invitadas a incorporarse a la boda mediante la sociedad Madrigal.
Por su parte, y muy acertadamente, el responsable regional de Asaja, Donaciano Dujo, ha sostenido que no debe aplicarse ni un euro de dinero público en acudir a esta operación, según él, por la naturaleza especulativa de la gestión de Ebro Puleva, que habría empleado las ayudas recibidas hasta el momento es solventar los agujeros de un negocio decreciente y, llegado el momento, procedería a liquidarlo a cambio de un precio razonable.
Seguramente mi visión de los negocios en los mercados regulados, especialmente los que llevan a cabo las empresas cotizadas, no coincida con la expresión de Dujo respecto de qué cosa sean empresas especuladoras, pero es cierto que las grandes corporaciones industriales, llaman a las puertas de las instituciones y luego no tienen embozo en liquidar las operaciones cuando sus rendimientos no se acomodan a los ratios por los que son medidas por las sociedades de raiting.
Por eso sería muy importante no confundir osadía con imprudencia cuando de asegurar la actividad se trata. Es cierto que una de las atribuciones más relevantes de un gobierno autonómico consiste en garantizar que la potencia industrial instalada en cada territorio no se vea mermada por agresiones que perjudiquen a la comunidad, pero tampoco debemos olvidar que la soberanía y la potencia de los mercados, tanto los de capitales como el consumo, neutraliza ciertas operaciones en las que dos y dos no dan cuatro, aunque la intención sea loable.
Estamos ante un reto. Sólo con un análisis preciso llegaremos a conclusiones acertadas para no tomar decisiones erróneas en lo político y onerosas en términos de coste. No están los mercados financieros precisamente baratos como para acometer operaciones exigentes. Ni las cajas de nuestra Comunidad han sido todavía capaces de sumar fuerzas para multiplicar su capacidad en este tipo de bregas. Sería deseable que quien comprara el azúcar de Ebro no nos amargara la existencia, pero peor mantener contra la lógica económica una actividad a la que se le asignan rangos cada vez menos amplios. Tenemos todo el verano para echar cuentas, darle una buena pensada y no repetir errores del pasado.
(Publicado en "Negocio CyL" en 1 de julio)