miércoles, 23 de julio de 2008

El batido, el café, la cocacola y los precios


Le cobraron 3,5 euros por un batido de vainilla a un compañero con el que desayuné ayer en un bar de Valladolid. Maldita sea. El hombre se lo había bebido ya cuando le dijeron el precio porque si aquí (como en Europa) primero se pagara y luego te sirvieran, una de dos: o no se lo compra o se lo lleva para estudiar su composición en la rebotica de al lado, no vaya a ser que estuviera fabricado con néctares del Olimpo y ambrosia de vestales, o se pide un cortadito.
Con todo, tuvo suerte, porque, al parecer, el precio era fijo, no como otros productos en algunos establecimientos de hostelería en que depende de la hora. Verbigracia: se toma uno un café por la mañana, y tiene un precio; al mediodía o por la tarde, más caro. Creo que por mucho que la ciencia espacial o la investigación biomédica avancen exponencialmente, nunca llegaartrán a averiguar los motivos de semejante fenómeno, de modo que casi lo dejaremos para el Guiness.
Fuera bromas, que diría el otro: ¿se ha planteado seriamente la hostelería patria y, obviamente, la regional, que estas crisis que padecemos en cierto modo le son achacables? Y no sólo en lo tocante a la repercusión del IPC sobre estos precios, pero, a mayores: ¿son reales los precios que –en ocasiones, no siempre- manejan los bares o los hoteles o, simplemente, el precio de una copa, de un ribera o de un café cortado? ¿Cómo pueden ser tan disímiles, tan volátiles?
Veo que estos días los buenos amigos hosteleros se andan quejando: que no se vende un helado, que las terrazas están vacías, que el turista va de la playa al apartamento y, mientras, pasa por el super a cargar, que es todo lo que gasta. Pero, ¿no les pasa a ustedes con ciertos aspectos de esta crisis que suena a funeral, concretamente al funeral por el fallecimiento de la gallina de los huevos de oro?

Una de las asignaturas pendientes del sector es la de la adecuación de la oferta a la demanda. Y particularmente, la de los precios de oferta y los de demanda. Que lo tengan claro: si la gente no entra en los bares o restaurantes tanto es porque hay crisis, pero con ella o sin ella, la cosa es evidente: o se contienen los precios del sector y se acomodan a la realidad o está abocado a una reconversión profunda. No son competitivos.
Sin duda podrán alegar que todo sube, que las tasas municipales o los seguros sociales caminan por las nubes, que el precio de la luz se ha disparado. Todo eso. Pero si Coca Cola España acaba de decir que sus ventas han caído un 6% este año y todo son lágrimas y llantos, ¿qué tal si probamos a cobrar por un botellín de refresco una cosa razonable? ¿Qué tal si uno puede sentarse en una terraza sin se atracado? ¿Qué tal si a la tortilla le sacamos una ganancia normal y no una cojoganancia? Con mis respetos y agradecimiento a lo que trabajan los esforzados profesionales de la hostelería, y deseos de feliz verano, seguiré investigando de qué estaba compuesto el batido por si su formula representa un avance definitivo... para la ciencia

(Publicado en Negocio Castilla y León el 22 de Julio)

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