miércoles, 11 de junio de 2008

La encrucijada del azúcar

Ebro Puleva decidió ayer lo que ya estaba decidido: que su negocio del azúcar vale más vendido o cotizado que gestionado junto con el resto de sus actividades. Esto es: Ya no tiene tamaño suficiente, los tiempos están cambiando. El "business" se ha reducido, el ebitda del mismo se ha caído a 70 millones de euros y de las diez fábricas azucareras que la empresa tutelaba hace una década pasará a sólo cuatro, reduciendo su tamaño a la mitad.

Son tiempos difíciles para la poesía. Antonio Hernández Callejas, el actual presidente, llegado a Ebro tras la fusión con la arrocera Herba, dio ayer señales inequívocas de que no está para muchos patrioterismos. Tras una inversión superior a los 10 millones de euros, renunció a construir una planta de biodiésel cerca de Arcos de la Frontera a pesar de los compromisos adquiridos con la zona cuando se incorporó a Ebro. Hernández es andaluz de adopción, porque siempre ha vivido en Sevilla (aunque, circunstancialmente naciera en Tudela). Ahora cercena esta iniciativa que se vendió en Cádiz como producto del esfuerzo de un inversor andaluz por su tierra.

Algo parecido ocurre con las azucareras, cuya OCM nos lleva de 780.000 toneladas a 363.000 y nos aboca al mercado internacional de este producto remolachero. Resulta evidente que Ebro Puleva es ahora una empresa de alimentación que incide en productos no contingentados, por lo tanto, los propios del mercado, y huye de los que se ven condicionados por las prescripciones bruselenses. Ahora bien, la duda que nos cabe es si sólo es por esa restricción o porque ya está todo el pescado vendido en materia de reestructuración y subvenciones, cuantificadas en mayo pasado por la Consejera de Agricultura, Silvia Clemente, en 50 millones de euros.

El sector puede estar preocupado y sin duda alguna tendrá que acostumbrarse a mayor grado de presión. La rentabilidad de su producto será medida ahora en términos de economía de escala y los límites territoriales dejarán de ser relevantes respecto de la continuidad de la actividad. Lo que no significa que no pueda ser rentable. De hecho, el presidente de Caja Duero, Julio Fermoso, se apresuró ayer a destacar el interés de su entidad en participar de la empresa que acabe haciéndose con el azúcar de Ebro Puleva, porque con su producción se gana dinero pero también con la comercialización.

El campo de Castilla y León afrontará, por lo tanto, a partir de otoño, cuando se comunique el destino final de la actividad, su enésima encrucijada. Aunque bien pensado, no deja de ser una más, semejante a las anteriores. Y con causas parecidas. Lo de siempre: de qué nos sirve producir si no controlamos los canales de distribución y puesta en el consumo del producto. De qué nos sirve subvencionar o pedir subvención si nadie puede con la lógica del mercado. Y por último: de nada nos sirve llorar si, al final, las lágrimas no nos permiten ver... las estrellas.
(Publicado en Negocio el 10 de Junio de 2004)