viernes, 23 de mayo de 2008

Qué Bonita historia (de "ABC")

De cabrero a notario a los 26 años
 
POR IGNACIO LILLO
 
 
Pocas veces una fotografía dice tanto de una persona. En ella, se puede ver a un joven estudiando rodeado de cabras en medio del monte. La escena no es tan bucólica como pudiera sonar: Fernando Granado, malagueño de Valle de Abdalajís, de 26 años, trabaja mientras se preparaba la oposición más dura que existe, la de notario.
Tres años después de comenzar a prepararse, Granado se ha convertido en uno de los dos fedatarios públicos más jóvenes de España (el otro es una joven de Jaén). Era la primera vez que lo intentaba y acaba de estrenar su plaza, en Moriles (Córdoba).
La familia vive en una granja, dedicada a la agricultura y a la ganadería. «Cuando era más joven, antes de ir a clase ayudaba a mi padre a ordeñar. Luego, echaba una mano con las labores del campo durante los veranos, ¡Era el único que no quería que llegaran las vacaciones!», recuerda, con una sonrisa.
Así se forjó el espíritu luchador que ha sido capaz de lograr la gesta: doce horas de estudio diario, seis días a la semana, durante 36 largos meses. Me ponía retos: «Me tengo que estudiar tantos temas al día»».
Pero su concepto de estudiar y el que la mayoría tiene distan un mundo: «Para aprobar te tienes que aprender de memoria literal, palabra por palabra, el Código Civil, el Código de Comercio, la Ley Hipotecaria...», y así, hasta una veintena de textos legales. De media, se aprendía unos 100 folios a la semana, equivalente a cinco temas. Conforme se acercaba el día «D», llegó a repasar hasta 170 temas (3.500 folios) por semana. Su familia le ayudaba a menudo, tomándole la lección, a la antigua usanza: «Mi tío no era capaz de leer el Código Civil tan rápido como yo lo recitaba».
También le ayudó mucho el hecho de que su novia, María Dolores, también está opositando para ser registradora de la propiedad, y ya ha aprobado los dos primeros exámenes. Para llegar hasta aquí, Granado tuvo que superar dos ejercicios orales en Valladolid, en los que debía recitar con puntos y comas diez temas. Y los diez debían estar superados. Todavía recuerda con temor la imagen de la campana que el tribunal, en caso de no acertar, haría sonar, lo que supondría su eliminación inmediata. En la tercera fase, bordó un ejercicio práctico de seis horas de duración. Fue el 86 de 130 plazas y 1.200 opositores.
La pregunta es obligada, dada la fama que tienen los notarios. Y el sueldo, ¿qué?: «No ganamos tanto como se cree. Tienes que pagar los impuestos, los gastos de la oficina y el personal. Se vive bien, pero no eres millonario. Compensaremos lo poco que da la ganadería con lo que gane yo como notario».