Reconozco que tengo una cierta pasión por Bélgica. La he recorrido con
frecuencia. Últimamente andaba yo enamorado de Aalst, una ciudad
pequeñita de los alrededores de Bruselas que encierra lo mejor y lo
peor de nuestro momento europeo. Definitivamente me perdería en Gante,
conde bien parece que el tiempo de haya congelado, y, en la Valonia,
siento especial atracción por la fría Lieja, hermosa en su sobriedad.
Me fascina la capacidad del país para reinventarse. Limburgo es la
gran frontera central.
Herrera reinventa y reivindica el papel de Castilla y León en Bélgica
durante los últimos dos días. Preside la Delegación española en el
Comité de las Regiones y pone la directa en la Oficina de
Representación permanente en la capital comunitaria. Me gusta ver a
nuestro Presidente en esas lides. Hay que felicitarse del desembarco
europeo de la Junta. Tenemos que quitarnos ese pelo de la dehesa
ahora que las cañas se vuelven lanzas, como las de Breda, cuando se
rindió, tal y como retrató Velázquez, a pies de los españoles, y
Europa deja dedrenar fondos a "tutiplén" porque otras son las regiones
con necesidades más urgentes que las que han hecho bien sus deberes.
Tenemos que estar tocando el violón todos los días ante las
instituciones comunitarias recordando que en Castilla y León seguimos
recibiendo todo lo que manden con los brazos abiertos.
En esta vida todo depende de con quien uno se compare. Hay una Europa
pujante, entre Francia, Alemania y los Países Bajos, en que la crisis
ha impactado menos porque su modelo de crecimiento ha sido más
equilibrado que en nuestro, que han resucitado de dos guerras el siglo
pasado formateando su estilo de vida. Preferiblemente que este
desembarco deje poso cotidiano, incluyéndonos a los medios de
comunicación, que deberíamos prestar a María José de No y a sus gentes
más atención de la que hasta ahora veníamos prestando a la oficina de
menor rango sobre la que se superpone. Buen propósito para un año
difícil. Buenos días, de nuevo, Europa.
frecuencia. Últimamente andaba yo enamorado de Aalst, una ciudad
pequeñita de los alrededores de Bruselas que encierra lo mejor y lo
peor de nuestro momento europeo. Definitivamente me perdería en Gante,
conde bien parece que el tiempo de haya congelado, y, en la Valonia,
siento especial atracción por la fría Lieja, hermosa en su sobriedad.
Me fascina la capacidad del país para reinventarse. Limburgo es la
gran frontera central.
Herrera reinventa y reivindica el papel de Castilla y León en Bélgica
durante los últimos dos días. Preside la Delegación española en el
Comité de las Regiones y pone la directa en la Oficina de
Representación permanente en la capital comunitaria. Me gusta ver a
nuestro Presidente en esas lides. Hay que felicitarse del desembarco
europeo de la Junta. Tenemos que quitarnos ese pelo de la dehesa
ahora que las cañas se vuelven lanzas, como las de Breda, cuando se
rindió, tal y como retrató Velázquez, a pies de los españoles, y
Europa deja dedrenar fondos a "tutiplén" porque otras son las regiones
con necesidades más urgentes que las que han hecho bien sus deberes.
Tenemos que estar tocando el violón todos los días ante las
instituciones comunitarias recordando que en Castilla y León seguimos
recibiendo todo lo que manden con los brazos abiertos.
En esta vida todo depende de con quien uno se compare. Hay una Europa
pujante, entre Francia, Alemania y los Países Bajos, en que la crisis
ha impactado menos porque su modelo de crecimiento ha sido más
equilibrado que en nuestro, que han resucitado de dos guerras el siglo
pasado formateando su estilo de vida. Preferiblemente que este
desembarco deje poso cotidiano, incluyéndonos a los medios de
comunicación, que deberíamos prestar a María José de No y a sus gentes
más atención de la que hasta ahora veníamos prestando a la oficina de
menor rango sobre la que se superpone. Buen propósito para un año
difícil. Buenos días, de nuevo, Europa.
Jueves, 10 de abril 2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario