Acaba de empezar la Campaña del IRPF, la gran mentira del fisco y el gran ataque sobre las clases medias españolas. Este es un país dividido en tres segmentos: por un lado, el de los billetes de 500 euros: con una "diligencia" digna de mejor causa, la Agencia Tributaria está a punto de terminar un informe sobre los movimientos de ese tipo de billetes durante el 2003, pero el avance de conclusiones establece ya que el 70% de las operaciones realizadas de ese modo han sido fraudulentas, según se publicaba hace unos días. Un segundo grupo es el de las grandes fortunas: sólo 132 contribuyentes en España declaran un patrimonio neto superior a 30 millones de euros, lo que supone un ingreso para las arcas públicas de 42 millones. Según los técnicos de hacienda 9 de cada 10 fortunas superiores a 10 millones de euros practican la evasión fiscal.
Y luego está Juan Español que, antes de cobrar, ya recibe el mordisco del IRPF donde más duele, donde no se ve: una de las grandes injusticias de este impuesto es que primero te lo quitan y luego te dan lo que sobra, a diferencia de otros, que se liquidan. Quiere decirse que, como se sabe, la retención viene a ser como algo que jamás ha sido nuestro. Y este tortazo se produce de modo porcentual, de tal manera que si Juan Español tiene la suerte de que su jefe le pague más porque se lo ha ganado, automáticamente el "bocao" será mayor.
Lo cual entronca con lo primero: este impuesto, aunque no se quiera ver, genera dinero negro, porque, seamos claros: muchas pequeñas empresas complementan el magro sueldo de sus empleados con un "sobre" a fin de mes compuesto de billetes que remuneran la productividad o el logro de según qué objetivos. Con los medios de la inspección es imposible erradicar esta práctica si no se modifican las causas.
Eso por no contar otras graves carencias que hacen que muchos teóricos aboguen por la desaparición o modificación sustancial del impuesto, carencias tales como el hecho de que haya quien convierta renta en ingresos de otra naturaleza y tribute como empresa, haciéndose autónomo o montando una empresa. O el grave desafuero, por todos consentido, que retenciones de un año atrás sean liquidadas y las cuentas cuadradas doce o quince meses más tarde sin compensación , como si el dinero retenido a un plazo no tuviera coste y los tributantes tuviéramos que financiar gratis al erario público.
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